Es un maestro del documental subjetivo, con esa vena llorica que tanto gusta a sus fieles y cabrea a sus contrarios, todos público suyo. En España pocos han conseguido ese tándem de afición-rechazo que tan bien funciona comercialmente. Jiménez Losantos, quizás. Ambos son brillantes maestros de la hybris trágica griega que levanta quejas desde Hesíodo; son megalómanos, su producto son ellos mismos; ambos manejan sus lenguajes a la perfección y no tienen empacho en ser creativos con la realidad u omitir lo que no interese (como todos, pero bien hecho). Aguerridos luchadores contra la confabulación judeo-masónica: judeo el americano, que entre los liberales yanquis está feo meterse con masones; y masónica el español, que entre los liberales hispanos pasa lo contrario. Sin debate. Cuando un quijote contra el poder del Estado como Ron Paul (que votó contra la guerra de Iraq y contra la Patriot Act), reta a Michael Moore a debatir en el show de Larry King, Moore dice que no le esperen. Él solo hace promoción. Para vender, que de eso se trata, vender su producto en un negocio complicado como es la industria de la comunicación.
Cualquier tema, por serio que sea, tiene su tratamiento mediático para hacerlo atractivo. Los medios son eso, medios con los que alguien gana dinero. Calentamiento global en el diario As: «Amarilla por tirarse un pedo en la cara del árbitro»; al agacharse para colocar el balón, aprovechó para soltar el cuesco. Noticia en Sevilla, titular: «Muere una vaca acosada sexualmente por un burro». El periodista, concienciado con la violencia de género, aclara que el dueño del rumiante pedirá una indemnización. Seguridad vial, diario El Mundo: «Localizan en Tenerife una cabra que circulaba en ciclomotor». El líder mundial de información en español nos tranquiliza: la cabra llevaba casco. Menos mal que nos queda la prensa católica, el Ya por ejemplo: «Un musulmán es obligado a casarse con cuatro mujeres y acaba en el hospital con depresión». Después, en plan solidario con el desdichado, nos explican que el joven, obligado por sus padres a casarse con las cuatro en solo 6 meses, acabó implorando sitio en el cotolengo. Terrorismo: El vocalista de la Mondragón se da friegas con ácido bórico, ha sido ETA. Que un condenado por el 11-M participa en un taller de teatro, portada de El Mundo: ‘El Gitanillo’: el ‘actorazo’ del 11-M.
Cuando en lugar de cabras los medios tratan grandes tragedias, apuestan por un negocio seguro y, si es posible, por entregas. El editor e investigador político David Kopel (que además enlaza con HispaLibertas en su página), tiene una frase que resume el fenómeno peones negros a partir del negocio mediático: «Si todo lo que sabes es lo que los principales medios de comunicación te dicen, estás viviendo en un mundo de ilusiones. Pero no puedes liberar tu mente si tan solo reemplazas un conjunto de ilusiones manipuladoras por otro conjunto de ilusiones manipuladoras».
En los atentados del 11-S y el 11-M se cometieron fallos garrafales por parte de los gobiernos respectivos. Sobre el 11-S ya se pronunció la correspondiente comisión, y sobre el 11-M destacan el total descontrol con los explosivos mineros, el lamentable espectáculo de las fuerzas de seguridad en Asturias, la descoordinación entre cuerpos policiales, falta de medios o la pasividad del gobierno ante repetidos avisos como el documento noruego. Sobre el post-atentado, empezando por la no convocatoria del Pacto Anti Terrorista, mejor ni hablar. La crítica política, constructiva, feroz, o ambas cosas, no puede confundirse con un delirio paranoico que culpe, sin hipérboles, al gobernante de turno. Una cosa es señalar al negligente, o al que se mete en guerras absurdas, y otra muy distinta acusar a un presidente de poner bombas en trenes o aviones. Que Zapatero y Bush sean dos botarates y ambos ganaran las elecciones de 2004 tras terribles masacres no los convierte en conspiradores. Aznar, por más que se empeñen, no es Augusto gritando ¡devuélveme mis legiones! a Varo-Zetapé Ni el 11 de septiembre es la matanza del bosque de Teutoburgo, pero esa idea resulta comercialmente muy atractiva.
Estos días hemos sabido que la administración de Obama tenía todos los datos para evitar el atentado frustrado de Detroit, incluyendo sendas reuniones entre el padre del terrorista y la embajada de EE UU en Lagos o con la CIA. Si al iluminado nigeriano no le falla el mecanismo explosivo hubiéramos tenido 300 pasajeros muertos y las incontables víctimas en caso de caer sobre zona urbana. Súmenle a eso que Obama no diga ni pío sobre las cárceles secretas de la CIA o la nueva ofensiva en Afganistán y amenace con Yemen; que no cierra ni cerrará Guantánamo pero sí chapa el aeropuerto de New Jersey por el beso de un chaval a su novia, o que nos despelote como si huyéramos a Marte en una de Philip K. Dick. Los de siempre (busquen enlaces con Cuba, socialismo, bolivariano, calentamiento global, etc) se apresurarán a encontrar gato encerrado.
A finales de 2009 fueron condenados los islamistas que querían montar un 11-M en el Metro de Barcelona. Once terroristas con penas entre los ocho años y medio y once años y medio. El encargado de fabricar las bombas declaró que era un inocente querubín, cual virgen mancillada como los del 11-M o el terrorista de Detroit. «Un animal no caga donde come», dijo, y que estaba «al mil por ciento en contra de los islamistas violentos» porque el Corán no permite a los musulmanes «ni pensar en matar». A las puertas de la Audiencia Nacional se concentraron cada día peones negros, familiares y amigos de los terroristas. Los periodistas recogieron sus teorías conspiratorias, en las que el testigo protegido que les delató era un infiltrado de Francia y todo se trata de “un montaje” político en el que “los acusados son víctimas del Gobierno paquistaní y español”. Los Peones Negros del Raval tienen por gurús a Benet Salellas, su abogado, y al siempre presente Abdennur Prado, presidente de la Junta Islámica Catalana y promotor del Congreso Internacional de Feminismo Islámico (no es broma). Han publicado ya su primer libro conspirador: Rastros de Dixán. Islamofobia y construcción del enemigo en la era post 11-S, recibido como si fueran Michael Moore y Pedrojota juntos en Webislam, jaleado entre los bolivarianos de pañuelito palestino, y promocionado desde su foro de investigación rastrosdedixan.
Sus antecedentes hay que buscarlos entre los que echaban risas sobre el peligro islamista antes del 11-M, como el antiguo coordinador de IU, Gaspar Llamazares, que lanzó la desafortunada expresión comando dixán. Otro que vió llegar el 11-M después de hacer bromitas con el islamismo. Un nivel de rigor parecido al de brujos, magufos e iluminados, los que se dicen anti imperialistas del Che y resto de la hinchada que integra el peonismo hispano. Nunca falta una buena página bolivariana desvelando eso de “la pista atlántica“, en ensalada con el discurso de Chávez en Copenhague y la biografía de Evo. Una de estas páginas resume la opinión de la peonada sobre los atentados de Madrid:
«Un operativo militar, ejecutado por el integrismo neoliberal, con el objetivo de crear nuevas excusas para su “Guerra Mundial contra el Terrorismo”» …...Integrismo neoliberal, el lado oscuro de la fuerza.
Antes de Llamazares o de la conspiración que mejores resultados ha dado en taquilla —la de Pedro J. Ramírez y Jiménez Losantos—, Michael Moore fue el primer peón negro oficial desde que los rusos inventaran los protocolos de Sión. Moore se ha convertido en el gran telepredicador católico, un showman lacrimógeno que estudió en el seminario y a punto estuvo de ser cura. Los obispos americanos lo adoran desde lo de Columbine, y ahora que el multimillonario saca su Capitalismo: una historia de amor (de venta en centros comerciales y grandes superficies), todavía más.
Alcanzó el culmen del melodrama con Sicko, aquel anuncio publicitario donde cada vez que se veían las calles de Cuba sonaba música de felicidad. Pero a manipulación y a una mentira tras otra, nada supera Farenheit 9/11.
Independence Institut publicó un informe completísimo, realizado posteriormente en documental de vídeo, donde desenredaba la madeja de mentiras que Moore alternaba con testimonios lacrimógenos en Farenheit 9/11. Su autor, David Kopel, lo llamó FarenHype 9/11, Unraveling the truth about Farenheit 9/11 & Michael Moore. Existe un resumen en español, 59 Falacias en Farenheit 9/11 (disponible también en pdf). José Carlos Rodríguez hizo una buena adaptación que llamó «La fiebre manipuladora de Michael Moore». En palabras de Kopel, «es una fantasía retorcida, deshonesta, paranoica y detestable». La descripción que más me gusta es la de Christopher Hitchens, que refiriéndose a Fahrenheit 9/11 parece fotografiar a los empresarios del conspiracionismo español: «Un ejercicio siniestro de frivolidad moral, crueldad disfrazada como un acto de seriedad. También es un espectáculo de abyecta cobardía moral enmascarándose como una demostración de valor disidente». Y todo para vender la cabra, ¿recuerdan a la cabra? Pues eso.
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