Entre los éxitos de ese "musulmán moderado" que no asistió al debate, se cuenta haber presentado un recurso contencioso administrativo contra la prohibición municipal del burka, en Lleida -ciudad maravillosa en la que viví más de un año- según dicen "para defender a la mujer musulmana" (¿defenderlas de qué? ¿del sol?). También lleva las gestiones para que el rey de Marruecos, Mohamed VI, financie la construcción de otra mezquita en la ciudad catalana, o para ocupar las calles con sus rezos colectivos, concretamente rezar los viernes al mediodía en la plaza Sant Joan.
Ahora parece que los heroicos muyahidines catalanes han empezado otra campaña en Lleida, prohibir los perros, noticia de la que me entero por La Yihad en Eurabia, haciéndose eco de alerta digital. Estos grupúsculos islamistas (no falla, todos son por la paz, la libertad, por la justicia, etc), cumplen básicamente dos objetivos: pillar subvenciones y oprimir a las personas de cultura musulmana, con una derivada perniciosa, al hacer que se ignore la individualidad de cada cual para que pasen a ser miembros de un colectivo, del cual se erigen en representantes.
Y se preguntarán ustedes: ¿por qué los perros hieren la delicada sensibilidad musulmana? ¿qué han hecho los pobres canes -aparte de lamerse el cimbel- para merecer tal desprecio?
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